
Hubo muy poca cosa en la París-Niza 2025, una edición que será recordada por las penosas condiciones meteorológicas que padecieron los ciclistas -y tampoco para tanto-, sus caídas y quizás, quizas, por el ganador, un americano con una calculadora en la cabeza, y que ha visto su camino expédito.
Una situación bastante diferente a la vivida en 2024, cuando ganó el último día y no pudo lucir el maillot amarillo salvo en el podio de Niza. Este año su mayor rival estaba en su propio equipo, dado que Vingegaard quería ganar la carrera, y el Jumbo lo había alineado para que se quitase el mal sabor de boca de la paliza que le dio Pogacar en 2023.
Es algo típico en el equipo holandés, heredero del Rabobank, y dentro de poco de nuevo con el mismo patrocinador: “en este equipo siempre hay un plan B”, dijo una vez Freire, bien sabedor de cuando enviaban a Tankink por delante, muchas veces desbaratando planes.

Así discurrieron las primeras etapas de la París-Niza: sendos sprint para Merlier -dicen que es el mejor velocista del mundo-, ganados de una manera entre aplastante e insultante a una panoplia de hombres rápidos que ya han emprendido el final de sus carreras, o nunca han ganado fuera de Italia, o bien estaban a otras cosas.
Poco mérito ahí, como tampoco lo hubo en que el Jumbo ganase la extraña CRE del tercer día, saliendo desde un circuito de bólidos, y metiendo del orden de 30″ a sus rivales, y 1´ entero a Buitrago, un corredor en gran forma que se cayó al día siguiente, el primero de una larga lista de favoritos que se fueron prematuramente a casa.
Para entonces ya era líder Jorgenson que, aguililla como pocos, se había metido en sprints intermedios los dos primeros días. Había conseguido un botín de 6″, algo apreciable en una carrera que se suele decidir por pocos segundos, y también para imponer algo de jerarquía en el equipo: es el vigente campeón, y no tenía por qué supeditarse, de primeras, a Vingegaard.

La ocasión de aclarar por fin la jerarquía llegó en la cuarta etapa, con un final en alto en la Loge des Gardes, el mismo sitio donde arrasó Pogacar dos años antes. Vingegaard entró destacado en el último km, pero había sufrido una caída, o no le ha sentado bien no haber ido a la Vuelta a Galicia, y Almeida lo alcanzó, lo rebasó, y fue a lograr una de sus escasísimas victorias, celebrada de una manera ostentoria, muy afín a su carácter.
Las diferencias fueron mínimas, y Vingegaard pasaba a liderar la carrera con 5″ sobre Jorgenson. La sorpresa vino al día siguiente, en una etapa de 200 km. disputada en una condiciones de frío y lluvia que acrecentaron la dureza del recorrido, más de sube y baja que de grandes pendientes. Vingegaard se fue al suelo -entró en meta con el labio hinchado- pero, lo peor de todo, fue ver cómo en la subida final su compañero Jorgenson tiraba por delante cuando el danés penaba para poder unirse al grupo delantero.

Ganó Lenny Martínez con su típico movimiento ratonero, su primera gran victoria con el Bahrein, un equipo al que únicamente se va para buscar mandanga. Lo digo porque tiene 21 años y el típico carácter de estrellita francesa, para que después no vengan las sorpresas. Jorgenson volvía ser líder con 22″ sobre Vingegaard, que ya no tomaría la salida al día siguiente.
A partir de ahí, y eliminado su mayor rival, Jorgenson simplemente ha administrado su renta, obtenida en bonificaciones y una CRE. Su mayor rival pasó a ser el frío, realmente atenazador en la sexta etapa, una de 210 km. disputada a una temperatura media de 5º, y resuelta de manera brillante por Pedersen: se había formado un abanico, y lo que quedaba como posibles rivales estuvieron a uvas: despistados.

Eso incluye a Almeida y un depauperado Lenny Martínez que, de tan escaso y flacucho, padeció sobremanera la climatología. El que no falló fue el danés al que el Mundial le sigue quedando grande: siempre que hay esas condiciones, aparece demoledor y, aunque el sprint fue muy ajustado con el talento exagerado de Tarling -se lo reconoció tras la meta, muy caballeroso-, era el favorito desde que se conformó el grupo delantero.
No sería la última acción destacada del portaestandarte del Lidl. A pesar de lo mediocre de la edición 2025 de París-Niza, se han visto muchos destellos de gente como Foss -muy bueno en montaña y rodando, en el mejor momento de su carrera-, o su compañero ya citado Tarling. Por el contrario, al que apenas se le ha visto es a Narvaez, que en teoría venía muy fuerte, y al que debe haber pasado factura el frío.
Jorgenson afrontaba el fin de semana de montaña en torno a Niza con una sólida renta de 40″ sobre Lipowitz, sorprendente segundo, y 59″ con Skejelmose. La etapa reina fue cercenada al suprimir el paso por La Colmiane, y el otro danés del Lidl se fue al suelo, abandonando. ¿Resultado? Llegó la fuga del día con triunfo para el auténtico sputnik Storer que, luego de haber hecho el típico butrón en el FdJ, ha recalado este año en el Tudor de Cancellara.

El mal tiempo impidió cualquier movimiento, y lo de Lipowitz apenas pasó de anécdota. Mucho más interés tuvo el buen quehacer del joven Iván Romeo en la fuga, que a pesar de su corpachón subió muy bien hacia Auron, aunque recibió menos elogios que un Mads Pedersen que aguantó con los favoritos.
La etapa final de Niza no acabó a las tres de la tarde, sino a las cinco. Desconozco las razones, pero entre ellas no está que hubiese una retransmisión íntegra. Todos los años nos venden lo de etapa corta y nerviosa, y la verdad es que la retransmisión no llega hasta pasada la mitad de la etapa. Un deporte al que engancharse, sin duda.
Ahí ya se vió que había poco que hacer para los que esperaban un ataque fulgurante de Lipowitz. Había una fuga y Sheffield -qué bueno es- agitaba arriba y abajo a los integrantes. Como no estaba lejos en la general, en un momento dado Jorgenson saltó del grupo para enlazar, y lo logró sin mucha dificultad. Lipowitz no iba a su rueda.

Ahí se acabó la París-Niza, sino se había acabado antes con el abandono de Vingegaard. Sheffield consiguió irse en solitario y ganar con 22 años la prestigiosa etapa, acordándose de Gino Mäder, con el que se cayó en el Albula hace dos años, pausando momentamente su trayectoria hacia el estrellato.
Jorgenson, su compatriota, no se puso nervioso en ningún momento. Vive en Montecarlo, y ese terreno es el de sus entrenamientos. Las famosas curvas bajando Eze las trazó con maestría, y subió Quatre Chemins con solvencia impropia de su altura, algo a lo que ya nos tiene acostumbrados.
Ganar dos París-Niza seguidas no es nada raro. Recientemente lo había logrado Schachmann, y en el paso también Indurain, Jalabert o Kelly. Es difícil saber donde se ubica el gigantón americano. En mi opinión, no le da para ganar una gran vuelta, pero al mismo tiempo gana semiclásicas, va fortísimo en el pavés, y tiene todo lo necesario para ganar carreras por etapas WT. Es uno de los mejores corredores del pelotón, pero creo que este es su techo: sus dos París-Niza las ha logrado sin imponerse en ninguna etapa, lo que creo que es su mejor definición.
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Buenas noticias: Bernal será de la partida en la Volta, y después irá al Giro. Si recupera el nivel, puede ser un buen rival para Roglic -35 años- y Ayuso.
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Van der Poel ya está preparado para la Sanremo
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Un gallego tronado, de Lugo para más señas, hará este año el recorrido íntegro de las tres grandes vueltas. Como en otros casos que han salido por aquí, no puede faltar la excusa solidaria, e incluso el redactor deja la respuesta non petita a la pregunta más evidente: ¿de dónde saca tantos días de vacaciones un fulano que trabaja en el Metro de Madrid?: “Hace los turnos más complicados y días seguidos o pide excedencias para acumular tiempo y hacer estas pruebas”. Claro, claro.
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Otros diez millones de euros de dinero público en crudo para “servicios públicos de alquiler de bicicletas”. Por supuesto, son adicionales a la lluvia de millones que ya han caído sobre el ramo, pero no puedo dejar de comentar que estas ayudas en concreto se enmarcan en esta curiosa partida: “medidas urgentes en materia económica, de transporte, de Seguridad Social, y para hacer frente a situaciones de vulnerabilidad“. La cursiva es mía.
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Este es el “periodismo de datos”: cuatro manos para hacer unas cuantas tablas, y llegar a pocas conclusiones. Interesante que el pádel, un deporte de pijos pero con alta intensidad cardiaca, no tuviese ni uno de los escasos 3800 controles antidopaje que hace la CELAD al año.
