
Se pedía que hubiese algo diferente por parte de los ciclistas, dado que Pogacar había arrasado en las carreras previas -ganase o no-. No ir todos al matadero final, como en Flecha Valona. O como en Flandes. O como en Sanremo.
Y hubo algo de eso, por muy miserable que fuese -una vez más- la Lieja-Bastogne-Lieja. El protagonismo fue a parar al improbable Ineos, que primero mandó por delante a Jungels (si, vive) y después a Foss, dos rodadores juntos en busca de la escapada del día.
El luxemburgués hace lustros que no da más de sí, una sombra del corredor que apuntaba cuando Lefevre lo quemó en sucesivos Giros, y después lo remató Aderlass. El noruego, bastante activo esta primavera, parece más de lo que es, como tantos que vienen de su país. No llegaron a alcanzar a la fuga del día, lo que ya dice todo.

Esta, por su parte, fue neutralizada a 61 km. de meta, siguiendo el guión reciente de las grandes clásicas: ningún elemento al azar, nada para la incertidumbre, no vaya a ser que salga un respondón y haya que trabajar más. Para entonces la carrera ya iba muy lanzada, especialmente en velocidad: no eran ni las tres de la tarde, pero ya quedaba esa distancia a meta.
Se puso al frente el UAE, y apenas hubo más intentos en la carrera. Después hablan de la Milán-Sanremo y su supuesta falta de emoción, cuando muchas otras carreras de prestigio son muchísimo peores, incluyendo esta Decana. Quedaba todo visto para sentencia o, en lenguaje ya usado previamente en esta entrada, para el matadero.
Por supuesto, la sala de despiece fue la Redoute, la subida convertida en plataforma de los últimos éxitos en la carrera valona. Evenepoel, que venía con gran marchamo a la cita, entró pesimamente colocado, a pesar del gran trabajo de su equipo todo el día: por situación en carrera, parecía Piti, porque había hasta cuatro docenas de corredores por delante al salir del puente bajo la autopista.
Pogacar no tardó en mostrarse. Salió del medio del grupo, llegó a la cabeza en dos pedaladas y, sin levantarse, se fue en solitario. Ahí mismo acabó la carrera, como tantas veces, y no olviden que Hipocresía De Andrés criticaba al inicio de esta temporada a los que decimos que basta ya de escapadas en solitario, que no hay espectáculo alguno en verlas en todas las carreras, y con los mismos corredores. Que es peor que en tiempos oscuros muy citados y referenciados. Mucho peor.

Con el arcoiris por delante, se formó un extraño grupo de derrotados, entre los que estaban Healy, Alaphilippe, Ciccone y Pidcock, que solo veían aumentar su desventaja. A ellos les enfocaban la cara, a Pogacar únicamente los cuartos traseros, quizás para evitar suspicacias con la moto o con el viento, pero lo único que acrecentaban era el sopor, el aburrimiento mayúsculo por otra carrera ganada por Pogacar, y perdida para el ciclismo competitivo.
Ciccone, que venía como una moto desde el siempre espatarrante Tour de los Alpes, volvió a acelerar y solo pudo seguirle Healy y su extraña compostura. Así subieron Forges y Roche aux Façons, mientras Pogacar no mostraba signo alguno de debilidad. Ninguno.
Su única debilidad fue pararse el último km. y empezar a hacer cucamonas -incluyendo pasamanos con el público-, lo justo para acabar la carrera por debajo de las seis horas y evitar las consiguientes suspicacias (no se puede alterar el espaciotiempo, o sí, siendo ciclista reverenciado), un objetivo apenas conseguido: 6h, 0´09″.

¿En qué se traduce eso? En la Lieja más rápida de la Historia, disputada a la escalofriante media de 41´983 km/h, que bien podrían haber sido 42 km/h de no ser por las referidas y absurdas cucamonas, incluyendo deditos al cielo a lo Armstrong 1995 por una “suegra” que no es tal, salvo porque le impidió ganar la Lieja 2022. Quédense con esto, porque ha sido otra primavera de récords batidos (este de Lieja, vigente desde 1963), y casi siempre por el mismo, que también se lleva el KOM de La Redoute.
Ciccone se impuso en el sprint ante Healy, porque siempre ha sido rapidillo, y el sprint masivo del pelotón por la cuarta plaza fue para Velasco del Astana por delante de Nys y Bagioli. Un carrerón, como ven, con 41 corredores sprintando por un casi-podio en un Monumento, o por una carrera que parece una etapa de una prueba de una semana, y que pide a gritos un nuevo cambio de recorrido.

Qué más da, a casi nadie le importa que Pogacar está dejando como un solar el profesionalismo. Parece que está siempre, porque casi siempre gana. Parece que haya competido toda la primavera, cuando únicamente ha ido a las grandes citas de un día: catorce días de competición, incluyendo los siete del UAE Tour, donde va por exigencias del patrocinador. Los otros siete días, siete pruebas de un día donde ha ganado cuatro de ellas, y ha sido podio en las otras tres.
Al final, todo post sobre Pogacar acaba siendo una exégesis estadística del fenómeno: primer corredor en toda la historia del ciclismo que enlaza seis podios en Monumentos consecutivos (cuatro ganados), ya es el tercer corredor de la historia con más Monumentos (nueve, por detrás de Merckx y De Vlaeminck) y bueno, simplemente El Mejor™.
Quizás el problema esté en el propio concepto de “Monumento”, una definición de la que no se sabe muy bien el origen, pero que empezó a ser usada con el cambio de milenio. Antes bastaba con “Clásica”, pero cuando se empezó a usar el concepto para toda carrera de un día (incluso la de Almería en febrero), hubo que meter un pedigrí añadido.

Algo está muy mal en el ciclismo como espectáculo cuando, de los 21 últimos Monumentos disputados, Pogacar y Van der Poel han ganado 16 de ellos: las excepciones, ya lejanas en el tiempo, corresponden a Van Baarle (Roubaix 2022), las dos Lieja de El Niñato, la mongolada dopada de Mohoric en Sanremo, y Philipsen en la misma carrera, por delegación de El Nietísimo.
Pogacar mata el espectáculo, y lo remata con entrevistas en meta donde está como una rosa después de haber ganado la Lieja más rápida de la Historia, su cuarto Monumento en un año. Todo huele a podredumbre, y será cuestión de tiempo confirmarlo.
***
Triste centenario de la Vuelta a Asturias, que no ha tenido televisión en directo, y que ofrece una imagen cutre y decadente, desde la participación hasta casi cualquier aspecto. Este año han subido el número de etapas a cuatro, y el ganador final ha sido Soler, como ya indicado en este espacio hace poco. Cras, que obtuvo su primer triunfo profesional en la primera etapa, se cayó en la segunda -es un imán para el asfalto-, y ahí se acabó todo.
***
Lo que sacan los Policías desplazados junto a la caravana de la Vuelta. Es así, y está firmado durante los próximos cuatro años: además de alojamiento y manutención, 83 euros al día durante 21 días, unos 1800 euros.
***
Pelayo Sánchez, que el año pasado ganó una etapa a Alaphilippe (favorito de la organización, y con el bonus por participar), se perderá el Giro por haber contraído el mal de Lyme. Esa misma enfermedad apartó en 2024 a De Lie de las clásicas, para volver poco después en muy buen estado de forma. Cosas raras del ciclismo.
Por su parte, Markel Beloki, figlio d´arte, dice que tiene mononucleosis. Así, con 18 años y profesional en el WT, se solventa su falta de rendimiento. ¡Y a tirar!.
***
Usted se cree joven, y se ríe de los productos milagrosos de teletiendas, muchos orientados a la salud elusiva, pero ¡ay!, todo acaba llegando y quizás vaya siendo hora de que considere este invento, digno de Humor Amarillo -tengo ya unos años- y que, como mal menor, evitará que se repita aquella foto del caballito de mar (hippocampus hippocampus) llevando su sucedáneo de un solo uso.
***
“No pierdo la esperanza de una crono entre la Catedral de Oviedo y El Angliru”, dice un ex-alcade del municipio donde está situada la famosa subida. ¿Qué se trasluce de esta declaración convertida en titular? Que en algún momento se puso sobre la mesa esta astracanada, reflejo vivo de cómo está el ciclismo y lo que es el guillenismo.

Ojo con Beloki si sigue los pasos de Landa, porque este comenzó a carburar tras una mononucleosis, ¿no?