Cagalera colectiva del Bora, una Vuelta y un deporte enmierdado

Las dos últimas etapas en línea de la Vuelta apenas han deparado sorpresa. Ni siquiera que su transcendencia haya sido inversa -quedó todo resuelto en la etapa monopuerto, la etapa reina ha sido una inmensa montaña de mierda de impronta guilleniana-, o que la crono de mañana no vaya a servir para gran cosa, porque si esta Vuelta no llega a tener el aliciente de O´Connor, hubiese sido muy poquita cosa.

Y, sin embargo, han pasado cosas. De esas de gran calado para entender la situación de el ciclismo que cambia. Para entenderlo mejor, no se puede explicar una etapa sin la otra, aunque ayer ya hubiesen saltado todas las alarmas.

Etapa riojana, con final en Moncalvillo. Etapa estúpida y convertida en monopuerto, aunque oficialmente no vaya a ser así, porque antes de la subida final se subió una cosita totalmente intranscendente. Fuga controlada y un pelotón que, por una vez, no deja que los escapados lleguen.… Leer más

Otra vez con la de la sorpresa y el despiste

Todavía con lo de la sorpresa: Arribas juega hoy con eso, desmitiéndolo y al mismo tiempo poniéndolo de titular. Todavía con lo del despiste, esta vez una zapatilla. Y todavía con lo de que no se entrena. La persona que hace una y trina esta serie de lugares comunes y desafortunados lleva oyéndolos una década.

Afortunadamente ha sido otro nuevo gran triunfo de Oscar Freire, nada menos que una Sanremo, el que ha traído a colación esta retahíla de topicazos, y pasado a mejor historia otros lugares comunes como su falta de glamour -la famosa historia de Bartoli y su Ferrari, y Freire y su Corsa- o su mala salud de hierro, pero no se descarta que vuelvan.
De hecho, la Gazzetta de hoy es un buen compendio de todo esto. Primero recupera una historia de Pozzato, que dice que en el año 2000 (el tenía 19 años, el cántabro 23) y en la primera concentración del Mapei le acompañó a comprar una chaqueta porque se había presentado vestido como un “pordiosero” (straccione en el original).
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