La marca del diablo
Ya nadie se acuerda del outing masivo del Telekom de 1996. Fue hace un año. Los integrantes de aquel equipo confesaron el uso continuado de EPO en sus carreras profesionales, dejando uno de los mejores recursos que existen para descubrir el dopaje: la confesión. Los otros, la vía jurídico-policial o el periodismo, simplemente no existen, y menos en estos tiempos de vacas gordas para el deporte.
En aquella semana de confesiones públicas, el ex-corredor Christian Henn dejó un detalle muy importante: se había tatuado para ocultar las muescas de los contínuos pinchazos a los que obliga la terapia de EPO, hormona de crecimiento y demás mandanga. Tiene su lógica: a raíz de las fichas de dopaje descubiertas en la Operación Puerto, pudimos saber que un ciclista puede estar picándose en vena 200 días al año, aunque sólo compita 100. Y eso siempre deja huella.
Claro, aquí no se puede decir que un deportista, por el hecho de llevar tatuajes, se dopa.… Leer más