Un segundo que nunca volverá
Qué bonita metáfora del Tour de Francia el estadio de balompié de Marsella vacío. Después de tres semanas de carreteras llenas, de un gentío sin fin y de auténticos fans que suben hasta sitios como el Izoard, apenas unos cuantos miles han querido ver la salida y llegada de la decisiva crono del Tour sentaditos en sus asientos. Fin de semana, día de playa, y una ciudad poco dada al ciclismo obran esta pésima imagen para el evento más importante del ciclismo, acrecentada por un horrible canto de La Marsellesa sin venir a cuento.
Menos mal que la ciudad quedó retratada con todas sus bellezas, porque la idea del estadio de fútbol -o meter a los ciclistas por el circuito de bólidos de Spa-Francochamps en la tercera etapa- es digna de lo que se está convirtiendo el Tour: mongoladas extradeportivas, escasa competición, general abierta hasta el último día, sin que haya realmente emoción.… Leer más