La farsa del pasaporte biológico
Pasaporte es una palabra mágica. En tiempos de guerra o para los emigrantes adquiere una connotación mística, casi un salvoconducto. Por esas mismas cualidades, su valor referencial ha sido exportado a otras áreas, hasta el punto de ridiculizarlo: la bochornosa Expo 2008 tenía su pasaporte, también los animales de compañía -aquí adjunto, señor agente- y, cómo no, los ciclistas.
Lanzado como la gran innovación en la lucha antidopaje, el pasaporte biológico es un programa carísimo de controles dentro y fuera de la competición a la comunidad ciclista. Sufragado por la UCI y los propios equipos, en teoría iba a servir para suspender a corredores que presentasen valores repentinos y anómalos, a pesar de que no hubiesen dado positivo. Ha acabado la temporada y el pasaporte biológico, como era esperable, no ha servido para nada.
Es cierto que algunos ciclistas han caído a raíz de los análisis para este ambicioso programa, pero ninguno lo ha hecho por el seguimiento y el track tenure de sus valores.… Leer más